dilluns, 13 de maig del 2013

LOS FUSILAMIENTOS DEL 3 DE MAYO

Nombre: Los fusilamientos del 3 de mayo
Autor: Francisco José de Goya y Lucientes
Fecha: 1814
Técnica: Óleo sobre lienzo
Medidas: 268 x 347 cm.
Ubicación: Museo del Prado, Madrid




El acontecimiento plasmado en el cuadro ocurrió en 1808. Napoleón había invadido España y la casa real tenía que seguir sus órdenes. El 2 de mayo de 1808, una parte del pueblo de Madrid intenta evitar la salida del infante Don Francisco de Paula hacia Francia ordenada por los franceses. La situación se descontroló y las tropas francesas dispararon contra los madrileños, en lo que se conoce como el levantamiento del 2 de mayo. El estallido de la Guerra de la Independencia en mayo de 1808 supone un grave conflicto interno para Goya, ya que su ideología liberal le acerca a los afrancesados y a José I, mientras que su patriotismo le atrae hacia los que están luchando contra los franceses. 

En el lienzo se puede ver una visión patriótica de los hechos acaecidos el 3 de mayo de 1808 en Madrid. Fue pintado años después de los acontecimientos, y no se sabe si llegó a presenciar los hechos. Lo que si sabemos es que Goya pretende llamar la atención reflejando en el cuadro un sentido de cronista fotográfico. Con sus pinceles plasma cómo pudo ser el episodio que encendió la guerra con toda su violencia y su crueldad para manifestar su posición contraria a esos hechos y dar una lección contra la irracionalidad del ser humano, como correspondía a su espíritu ilustrado. La ejecución es totalmente violenta, con rápidas y gruesas pinceladas, así como grandes manchas, como si la propia violencia de la acción hubiera invadido al pintor.




En este óleo de estilo romántico el protagonista absoluto es el pueblo, no están representados de forma personal, es el pueblo anónimo el héroe colectivo. Éste es un concepto claramente romántico y moderno de entender la guerra y los logros nacionales, que se atribuyen al pueblo y su voluntad, y no a sus dirigentes.

El grupo de hombres de la izquierda presenta espontaneidad y desorganización; se enfrentan horrorizados a un pelotón de fusilamiento bien pertrechado, perfectamente alineado y del que se desprende una imagen de organización y eficiencia. Pero, sin embargo Goya no ha pintado el rostro de ninguno; los franceses sin rostro no son nadie, tan solo una máquina de guerra delimitada por una negra pincelada que contrasta con el otro grupo. No hay un oficial al mando, únicamente el pueblo que va a morir, el pueblo que se debe matar.













En cuanto al color, predomina una paleta de tonos oscuros: negros, grises, marrones y algún toque verde. Desaparece el dibujo, predominando la mancha. Existe un fuerte contraste con la oscuridad reinante en el fondo del cuadro, roto con el blanco de la camisa del hombre que alza las manos, la luz del farol y el rojo de la sangre que marcan dramáticamente la escena de muerte.
Goya utiliza el juego de luces y sombras para destacar el dramatismo de la situación. La única luz artificial proviene del farol situado entre los que van a ser fusilados, y a los que ilumina, y el pelotón de fusilamiento, al que oscurece, es decir que hace de eje divisorio entre los héroes y los villanos. 




Las víctimas forman tres grupos definidos, los que están a la espera de ser fusilados y que ven con horror su futuro, los que están siendo fusilados y los muertos. Los grupos se ven de derecha a izquierda, lo que introduce un elemento de transcurso del tiempo en la composición.

En primer término, dentro del grupo que ya ha sido fusilado, un hombre cuyo cuerpo yace en el suelo con los brazos extendidos, y presagia el destino de los rebeldes que aún permanecen en pie. El siguiente personaje que va a ser fusilado, ocupa el centro de la composición, y resalta del resto de los personajes. Posee los brazos extendidos hacia arriba, esto nos recuerda a un crucificado, y de hecho si nos fijamos bien en sus manos se observan estigmas en las palmas. Con este detalle Goya pretende hacer ver que el asesinato de indefensos es una realidad que se repite una y otra vez, no es una circunstancia propia de esta guerra, sino de todas las formas de crueldad.



La composición posee una profundidad lograda con dos líneas diagonales, la de la montaña del Príncipe Pío con el grupo de civiles y la del pelotón de fusilamiento. Las líneas ondulantes de brazos y sables y las horizontales de los fusiles dan a la escena un intenso dramatismo. Goya compuso este lienzo de modo que el espectador casi se viera obligado a contemplar la escena desde la posición de los soldados, así podremos captar la angustia y el miedo del que va a ser ajusticiado.

Forma una serie con el cuadro el Dos de mayo (La carga de los mamelucos). Este cuadro como su pareja recibieron críticas dispares a lo largo del tiempo. Tras su exhibición al aire libre con motivo del retorno de Fernando VII, se almacenaron por largo tiempo y se sabe que hacia 1850, se guardaban en el Museo del Prado, pero no se exhibían. El pintor Madrazo, director del museo, llegó a decir que eran obras de discutible ejecución, muy inferiores a los retratos más famosos del artista. Fue décadas después, con el auge del Romanticismo y el Impresionismo, cuando estas pinturas cobraron fama mundial.

dijous, 9 de maig del 2013

El Jardín de la Delicias


EL JARDÍN DE LAS DELICIAS (EL BOSCO)


El Jardín de la Delicias es una de las obras más conocidas del pintor holandés Bosch (El Bosco). Se trata de un tríptico pintado al óleo sobre tabla de 220x195cm la tabla central y 220x97cm cada una de las dos tablas laterales (pintadas en sus dos lados) que se pueden cerrar sobre aquella. Actualmente lo podemos encontrar en el Museo del Prado (Madrid).
El tríptico desarrolla la historia del mundo y la progresión del pecado. Comienza en las tablas exteriores con la Creación del mundo, y continúa en las interiores con el origen del pecado (Adán y Eva) en el panel izquierdo, su extensión por un mundo dominado por los placeres terrenales en el central, y termina en el derecho con los tormentos del infierno.

TRIPTICO CERRADO: LA CREACIÓN

Los batines del tríptico cerrados nos muestran, pintados en grisalla, un momento de la creación del mundo, representado por una esfera de cristal.
En la parte superior aparece el Creador y una cita bíblica, extraída de los Salmos: “Él lo dijo y fue hecho todo. Ël lo ordenó y todo fue creado.”
En la parte izquierda se representa al Creador. La escena parece corresponder al tercer día de la creación, durante el cual Dios creó el Paraíso, lo que establece una estrecha relación con el contenido de las tablas abiertas.


PANEL IZQUIERDO: EL JARDÍN DEL EDÉN


En este panel nos muestra una escena del Paraíso en la que Dios entrega Eva a Adán como mujer. Es el origen del pecado de la lujuria que se desencadena en la tabla central. El Bosco reproduce la mentalidad medieval: "la culpa de Eva" en el inicio de los males de la Humanidad.
En la parte superior están representadas la Fuente de la Vida, el Árbol del Bien y del Mal (con la serpiente) y el Árbol de la Vida (un drago canario).
Están rodeados de animales, algunos en lucha entre ellos anunciando los futuros males del mundo. Se ha querido ver en ellos un significado simbólico, procedente de los bestiarios medievales. En algunos casos tal vez haya simplemente una intencionalidad burlona y desenfadada, como en el conejito, alusión al sexo femenino, situado junto a Eva.
Nos presenta una figura de Dios muy joven, convención muy frecuente en la literatura holandesa del siglo XV donde el matrimonio entre Adán y Eva es realizado por un Dios juvenil.
Como es habitual en El Bosco, el Paraíso no existe enteramente libre de al menos una prefiguración del diablo, que aparece como un foso en el primer plano, del que están emergiendo una gran variedad de criaturas.





PANEL CENTRAL: EL JARDÍN DE LAS DELICIAS


Representa el dominio de la lujuria en el mundo, descrita a través de todo tipo de relaciones sexuales, manifiestas de una forma rotunda: cuerpos desnudos de hombres y mujeres, blancos y negros, se mezclan, se tocan, bailan..., en parejas, en grupos, heterosexuales, homosexuales, onanistas... 
Pese a una primera impresión de desorden, la escena se ordena en tres niveles en altura:
La parte superior, con detalles que se perciben difícilmente por su pequeñez y rareza (humanos alados, grifos...) aparece dominada por construcciones fantásticas, entre las que destaca la Fuente de los Cuatro Ríos del Paraíso Terrenal, falsa fuente del paraíso, inestable, amenazando ruina con sus paredes cuarteadas. 
En el centro de la composición, la gran cabalgata del deseo, girando en círculo en torno a un estanque, donde se bañan varios grupos de mujeres. 
En el plano inferior la sexualidad se manifiesta de mil maneras, tanto en las acciones de la masa de hombres y mujeres, todas ellas de inequívoco signo erótico, como en las connotaciones sexuales de plantas, frutas y animales.  
En las esquinas inferiores aparecen dos focos de atención peculiares. A la izquierda, un grupo que señala la tabla de la izquierda (el Paraíso), hacia la Eva de la Creación, poniendo el acento en el papel que desempeña en el engaño de la tentación. A la derecha: en la cueva se encuentran Adán y Eva, testigos de lo que ha acaecido al mundo por su causa. El dedo acusador de Adán responsabiliza a la mujer.  

El Jardín de las Delicias es un engañoso jardín de los falsos placeres terrenales, una consecuencia del pecado original. Cada detalle de este “mundo al revés” nos lo advierte en el panel central: es el paradisíaco ensueño es el reino de lo no durable.




PANEL DERECHO: EL INFIERNO

Con un enorme ingenio y efectos lumínicos de notable modernidad, El Bosco expone en el panel izquierdo el castigo de los pecados y faltas de la sociedad bajomedieval, fustigadas por los predicadores de la época (lujuria, avaricia, soberbia, afición al juego, sensualidad de la música, costumbres de los clérigos...).
Se así cierra el ciclo, y se castiga a aquellos que se dejaron seducir por los goces placenteros que les ofrecía el Jardín de las Delicias terrenales.
El conjunto se ordena en varios niveles. La parte superior aparece dominada por el infierno de incendios y fuego. En la zona media destaca la figura del
hombre-árbol y patinadores desnudos sobre una fina capa de hielo que se quiebra, con lo que van a parar a las aguas heladas donde se debate ya algún condenado. El contraste entre el frío y el calor es uno de los suplicios que según la tradición se sufría en el infierno. En la zona inferior se encuentra el infierno musical, donde los instrumentos musicales (laúd, arpa, órgano de manivela, flauta... de dimensiones descomunales), se transforman en torturadores de los condenados.


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